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Despido procedente

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Despido procedente casi se puede considerar un avance editorial, claro que de una novela no escrita. En ella el autor pretenderá desarrollar más circunstancias de la vida de José, el chaval del vino, el asesino en serie más inocente  jamas narrado.   Mi vida se complica o se vuelve más sencilla, no lo tengo muy claro. Lo seguro es que me han despedido. Ha sido todo un ceremonial. La empresa ha sido adquirida por otra, ahora será deglutida y desaparecerá, una medida de profilaxis fiscal, signifique esto lo que signifique. Me ofrecieron, como a otros, reincorporarme, tras un breve plazo, en una nueva aventura empresarial que el capital saliente, única pieza indispensable en este juego, ya tenía entre manos. El capital entrante también ha sido muy amable conmigo y me ha cubierto de indemnizaciones y sonrisas que no creo merecer e intenta quedar conmigo, también para más adelante, a tomar un café y charlar. Rechacé a ambos. Expresé mi deseo de emigrar y conseguir experiencia en el extran

Lolita en Hong Kong

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  El Tío de los Recados  — ¿lo recuerdan, lectores — se mete a critico literario y los resultados son los que son. 001 Encuentro a Lolita abandonada en la sala de embarque, es una edición de bolsillo, en la cubierta una muchachita larga, sin caderas, vestida casi como un niño, juega con el hula-hop. Es una fotografía no demasiado nítida, monocroma en rosas apagados, sobre fondo amarillo, la rotulación del título en un estilo próximo al pop y en color gris oscuro: Lolita, flota sobre ella. La ilustración, ¿puede ser parte de un fotograma de la película de Kubrick? Creo que puede ser una suposición correcta. Vuelvo a mirar la foto, desapasionadamente, me digo, desapasionadamente. Es fácil, lo único que me llama la atención del aspecto de la niña es su cabello, muy espeso, ahuecado, con grandes ondas sobre la frente. Me pregunto si lleva una peluca en la cabeza, una peluca de mamá, de cuando debía ser moda ponerse pelucas, si esto sería una parte del juego, tanto o más importa

Tu y Yo

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El autor asegura que de siempre ha estado fascinado por la figura del amigo imaginario, vete tú a saber por qué. Primera parte: nosotros Me llamo Yo. No se me ocurre otro nombre más apropiado. No me conoces, nadie me conoce. Él nunca habla de mí, soy su secreto más oculto y te aseguro que es un idiota lleno de secretos. Bien pensado, igual tiene algún secreto más profundo que yo, aunque me da igual. Lo que para alguien puede tener interés para otro puede ser muy aburrido. Medio por respeto, medio por vagancia, la verdad es que no me paso la vida revolviendo su materia gris, como él tampoco, espero, lo haga con la mía. No me pregunto por qué existo, él sí que se interesó por buscar explicaciones a mi presencia, de cuando en cuando las busca todavía. Yo, ya te lo he dicho, no lo estoy tanto, de interesado. Acepto que durante un tiempo leí por encima de su hombro, pero la psicología, la psiquiatría, todas las ías que te puedas imaginar, no me tienen demasiado cariño. No es q

Un jueves como cualquier jueves

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 No hay nada más difícil de escribir que el microcuento. Igual que la altura es la amiga del aprendiz de piloto la longitud lo es del narrador y ambas por los mismos motivos: te dan espacio, tiempo, para rectificar antes de estrellarte contra el duro suelo que siempre anda hay abajo esperándote.     En cuanto vio el dorado brillo del anillo sobre la repisa le atenazó la incertidumbre de si ella, con las prisas de cada jueves, lo había olvidado allí o al fin había decidido cumplir con su amenaza. No se atrevió a utilizar el teléfono para comprobarlo y el reloj se burló de su duda durante todo el día.    

Gatsby

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  Sam, el hombre que escribe por venganza, coprotagonista de la cuarta novela del autor "Nadie lee lo que escribo" continúa en este pequeño cuento desprestigiando a esos clásicos que no entiende por qué lo son.     —No la entendí. O no, no fue eso. En realidad, la cosa es que no podía identificarme con ninguno de los personajes, ni con ella, ni con su marido, ni con Gatsby, sobre todo no podía con él. Dice Marina; quiero contestarle que no hay ninguna ley que obligue que los lectores tengan que identificarse con alguno de los personajes. Un texto puede ser una manera de mirar a los otros, no necesariamente una manera de encontrarnos a nosotros mismos. Querría contestarle esta y más cosas, Marina siempre despierta en mí las ganas de discutir, pero ella ahora parece buscar con la mirada a alguien que debe andar por detrás de mí, en las profundidades de la biblioteca. Debería largarme, se le nota ligeramente molesta, no acabo de decidir si es porque me