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Muerte en Venecia

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   Se dice Salvador que c o n un pie escayolado e s imposible hacer nada de nada, sobre todo lo que más le apetec e: liarse a patadas con todo. Hasta tienes que pensarte si es buena idea tir arse en el sofá a ver pasar el día, porque l evantarse después de él resulta jodidamente difícil, o al menos ayer le costó mogollón, hasta con la ayuda de la muleta.   En esa duda estaba, en donde sentarse o no, cuando con el son ar d el timbre de la puerta le salt ó un latido el corazón . No podía ser ella, no hacia ni quince, ni diez minutos, que se había ido y el cabreo que llevaba parecía que le bastaba para toda le semana. El timbre volvió a sonar y Salvador se planteó simplemente ignorarlo, pero la remota posibilidad de que ella hubiera regresado, aunque fuese cargando su inacabable lista de agravios y cosas pendientes, le motivo para a la pata coja, a saltitos, acercarse al recibidor y abrir la puerta. No era ella, era el jefe, con esa sonr í sita despreciativa que le salé en