EF86

 El autor es aficionado a algo que puede ser llamado retroelectrónica, especialmente a los amplificadores de válvulas y a otras cacharrerías electrónicas relacionadas todas con la guitarra. Igual que otros se envanece de sus montajes en las paginas de DIY del foro Guitarristas.info, aunque llevado de su snobismo suele relatarlos en forma de cuentos donde se mezclan reflexiones técnicas y filosóficas de barra de bar. Para muestra un botón.

—El verdadero sonido Vox, se perdió hace cincuenta años, justo cuando en fabrica dejaron de utilizar la EF86 como válvula de previo.
Dice el tipo sentado al otro lado del pasillo. Desde que el tren se ha puesto en marcha es lo primero que le escucho, que me resulta soportable. Es un cambio, llevaba tres cuartos de hora explicándole al móvil básicamente su bronca con dirección, una cosa que no es solo que no me interese nada —yo, todos los pasajeros, tenemos las nuestras propias—, es que además habla tan alto, en un tono tan tajante, que lo que sea que dice se me clava en la cabeza y no me deja dormir. Porque dormir es lo que quiero, ¿quién más desea otra cosa en el tren de alta velocidad de la seis y media de la mañana que vuela sobre sus rieles hacia Madrid?
Su declaración sobre el origen del sonido británico —¿eso realmente existe?— me acaba de despejar y ahora oigo, quiera o no, como se explaya sobre un disco de Gary y los Pacemackers que acaba de conseguir, un disco, un CD, que tengo y no escucho nunca. Soy de la opinión de que el Mersey Beat fue una estafa, que los Beatles eran los Beatles y que todos los demás que corrieron o empujaron a su estela eran, bueno, eran lo que eran.
El tipo que pontifica debe estar en la raya de los cincuenta, es demasiado joven para estar interesado en grupos pop del Liverpool de los primeros sesenta, en realidad hasta yo lo soy. Lleva el poco pelo que le queda en la cabeza al uno por lo que en lo que te acabas fijando es en la perilla de chivo larga y teñida de lila que cuelga de su barbilla. Mis prejuicios lo clasifican como informático, de informático disfrazado de informático; conozco, he tratado con unos cuantos. Los frikis con los años se vuelven aburridos, su rollo se vuelve monótono. Supongo que el mío también. He visto antes perillas, barbas, teñidas, de rosa, de azul pálido, de lila, pero fue en Tut Kalay, un sitio en que uno no tiene claro si es Afganistán o Pakistán, un lugar del que solo quieres largarte y olvidar que estuviste alguna vez allí.
El tipo parece callar un momento, veo como se enfurruña, lo veo porque estoy sentado casi en el centro del vagón, ese punto donde el sentido de los asientos cambia y dejas de ver solo respaldos para también ver caras; pues eso, él arruga la frente y después prácticamente grita, proclama su fe,
—¡La EF86!, ¡La EF86!
Todo los que estamos despiertos en el vagón decidimos que tiene razón. Al poco cuelga el móvil y por fin calla. Se pone unos auriculares enormes que saca de la bolsa y comienza a mecerse llevado por la música, la lleva tan alta que puedo escuchar lo que suena ¿Rory Gallagher? Decido que el de la barba lila no es tan mal tipo, solo que está sordo como una tapia y por eso grita tanto. Mecido yo también por el irlandés me acabo durmiendo, tengo la sensación que solo ha sido un segundo, pero cuando abro un ojo ya estoy en la estación de Atocha. 

—¡Cien mil dolares el metro cuadrado!, ¡cien mil, eso en el bajo Manhattan!
Me grita Roberto, hoy parece que a todo el mundo le ha dado por gritar, lo hace después de ejecutar un baile consistente en dar una zancada en una dirección, seguida de otra a noventa grados de la primera, y otra, y otra. Cuatro veces, cuatro zancadas para delimitar visualmente lo que es exactamente un metro cuadrado, puede que crea que no es algo que yo sepa. Es un dato que pretende confirme su profecía de que los precios en las grandes capitales se encaramaran hasta las nubes en nada y que tengo/tenemos una gran oportunidad si me subo al carro ahora y pongo/ponemos pasta en su nuevo proyecto. Puede que tenga razón, Madrid de un tiempo acá está necesitada de viviendas de lujo, nada de duplex en el extrarradio, lo que más se desea son depars en barrios con solera, Palacio, Salamanca, Chamberí, una de las razones, si no la más importante, es que la capital se ha llenado de sudamericanos ricos, mejicanos sobre todo, atraídos por las leyes y reglamentaciones que la señora esa que me da tanto miedo, la presidenta de la comunidad, les ha hecho a medida para que les resulte cómodo huir de su país e instalarse allí. Cuando digo huir no es una metáfora, parece que se están girando las tornas al Sur del río grande y el estado tiene la pretensión de que pagues impuestos. No solo eso, hay funcionarios nuevos que rascan con dedicación los archivos y muchas, muchas cosas, van saliendo a la luz y según quien se ha encontrado con que ya no tiene ningún amigo aquí y allá, para que frenara o tapara aquello y lo otro. Ante la duda de las responsabilidades que te puedan reclamar han decidido venirse para la madre patria, parece que aquí tienen quien les escucha.
Roberto confunde mi posición en el esquema de la empresa, solo soy un empleado, un currante, un figurante. Una herencia de tiempos pasados que se ha quedado por ahí, igual que los muebles de caoba y la caja fuerte de época que nadie sabe como se abre, pero impresiona lo suyo. La verdad es que hace mucho que vivo de mi porte de patricio, de mi conversación y de sacar a bailar a las damas. Ya ni siquiera sirvo como pareja de tenis, estoy mayor, además ya nadie juega a tenis, juegan a paddle, que es una cosa para mí digamos que descafeinada. No, no tengo capacidad de decisión, presupuestos, ni siquiera dinero propio. Mejor pensado, de este a lo mejor sí, para nada como con la gente con la que trato en el día a día, pero se me ocurre que como no figuro en ningún listado de la Policía Federal Mejicana puede que esté en mejor situación que la mayoría de estos emprendedores, pero ves y explícaselo.
Roberto continúa intentando venderme si no una participación en el próximo pelotazo al menos un piso, mientras lo hace yo le miro con mi mejor cara de distante interés —la tengo muy ensayada y me sale muy bien—, pero en lo que pienso es el sonido británico —¿que es eso exactamente?— y en la EF86, la válvula más sexi del mundo. 

 La EF86 es un pentodo de base noval que según su datasheet es capaz de manejarse hasta con 400 Voltios, lo que son muchos voltios para una válvula de previo. Si la documentación le reconoce estos, ¿cuántos será capaz de manejar en realidad?, si te pones en modo sádico, ¿cuántos voltios antes de que esas preciosas placas plateadas y grabadas, que me recuerdan al vestido de lentejuelas de una señora elegante, se pongan rojas y después amarillas y hagan ¡puff!
Preguntas por el estilo van flotando por el fondo de mi mente durante todo el día, hasta que ya en el tren de regreso me exijo dejar de darles vueltas. Lo consigo porque me suena el teléfono y me distrae, desde central me preguntan como ha ido la entrevista, yo contesto que bien, lo que significa que Roberto parece que todavía no es consciente de que los que tienen la llave de la caja no están por gastar disponible para meterse en berenjenales, fuera de los que son los corrientes del negocio. En la empresa gustan los bienes muebles, los inmuebles están bien, pero no puedes meterlos en una maleta y salir corriendo. Hablamos, el oráculo de central y yo, durante unos minutos más, en los cuales me pregunta lo mismo de diferentes maneras y yo le contesto vaguedades. En realidad no estoy tan seguro que Roberto, y otros también, no se hayan dado cuenta de que cada vez que acaban entrevistándose conmigo es porque en realidad los que mandan no están interesados en participar en el baile, que mi presencia solo es una educada manera de decir ya veremos, un prologo de decir no, vamos.
Llego a casa, no hay nadie. Rebusco en el cuarto de los armarios, en el rincón que es mi pequeño, diminuto, desordenado taller, hasta que encuentro la caja de las válvulas. ¿Cómo he llegado a tener tantas?, ¿qué busco? Estoy seguro que no tengo ninguna EF86 -si puede que alguna EF83-, pero si hurgo con tanta dedicación es porque seguro que tengo cuatro 6-no-sé-qué, que son el equivalente ruso de las primeras. Las encuentro al fin, dentro de bonitas cajitas marrones rojas y negras, que en uno de los laterales, en pequeñito, llevan impreso CCCP, Unión de Repúblicas Socialistas Sovieticas. Cuatro palabras, cuatro mentiras, decía Trosky. Los comunistas han quedado como que no sabían hacer nada bien, a lo mejor es verdad, pero tubos, anda que no sabían hacer tubos. Miro las válvulas, ellas me miran a mí. La voz del tipo de la barba teñida resuena en mi cabeza: El autentico sonido Vox es la EF84. ¿dijo algo así, no? Oigo ruido en el recibidor, es mi mujer que ha llegado, habla conmigo, me distrae y el ataque de GAS -versión DIY- que es mi problema -uno de ellos- se me pasa, por el momento olvido las EF86 y el autentico sonido británico. 

Una semana después tengo el cuerpo guerrero, saco de su rincón entre el buró y la librería mi AC50CPII, lo enchufo, cruzo los dedos, invoco a dioses en los que no creo, le doy al interruptor y como siempre peta. Es lo que le pasa siempre, es un martirio de ampli, lo compré muy barato y ha resultado caro, en horas y dolores de cabeza. Siempre se estropea de alguna parte, ahora se ha quedado mudo e indiferente a mis intentos de que cambié de canal. Le das al, pedal o al botoncito y ni cambia el color de led ni emite un triste quejido por los 2x12".
El AC50 se curra esta función, el cambio de canal, con una serie de OpAmp de medía tensión switchables, por los síntomas estos deberían ser mis primeros sospechosos, los que primero debería revisar, pero no me apetece nada. Me digo como otras veces que lo importante no es que se ha quemado, si no por qué, ¿por qué el trasto este siempre está friendo una cosa u otra? ¿Están fritos esos termistores del principio la fuente?, podría probar a… de golpe decido que no, que ya es bastante, que el trasto este gigante solo me ha dado disgustos, que lo mejor es sacrificarlo, darlo por muerto, venderlo como piezas a otro enfermo del DIY o… Miro el monstruo frente a mí, lo despedazo con la mirada, ¿que tengo? un mueble Vox precioso, chasis, trafos, zócalos, podría… podría con sus restos hacer un Matchless. Me tiran los Matchless ¿A quién no?

Paso el resto de la semana mirando esquemáticos Matchless, el DC30 parece goloso y complicado, el canal normal o sencillo o como quieras llamarlo es una única EF86, vuelvo a escuchar la voz del tipo aquel del tren, el de la perilla teñida: El sonido Vox nace de bla bla bla. Podría, podría hacer muchas cosas pero miro a mi alrededor, en el taller está todo patas arriba, ¿cómo puede haber tanto follón en un sitio tan pequeño? Mejor te tranquilizas, me digo, antes de meterte en un proyecto grande, acabas todo lo que tienes entre manos o al menos ordenas los componentes que se han quedado fuera de sus cajas y están repartidos por todas las bandejas apiladas, ¿no es lo que haría una persona inteligente? Sí, la lastima es que yo no lo soy. Mi mujer me llama a cenar, hoy le toca a ella cocinar, y el hambre me libra de meterme en un follón más grande del que ya tengo, por ahora.

 El Matchless Nigthhawk me roba el corazón desde que veo un video en You tube. Los videos de You tube son anuncios, están diseñados para excitar tus ganas de comprar, ¿no te habías dado cuenta? Un video de You Tube es algo totalmente falso, en realidad no te enseña como suena ningún trasto, solo te permite ver como lo hace cantar un tipo que dedica más tiempo que tú a la guitarra, posiblemente un notas que sabe lo que es un soldador porque lo ha visto en fotos. Ser consciente de esto en la práctica no sirve de nada. Viendo el video me convenzo a mi mismo de que un DC30 es un algo complicado, dará mucho trabajo y no sé si lo usaré nunca, un proyecto para más adelante, pero un Matchless Nigthhawk, ¿por qué no? Busco el esquemático, no lo encuentro, pero tengo el del DC30 —un garabato trazado a mano que me da confianza por lo cutre— y supongo que su primer canal y el único del Nigthhawk debe ser el miso. También encuentro el del AC4 antiguo, el previo también es una única E86. Busco diferencias entre ellos, las encuentro, de entrada en el voltaje, el DC30 sopla 320V en placa, el AC4 275V. Lo divertido, lo interesante es que el AC4 tiene un solo control de Tono, el DC30 también, pero es una ruleta de seis posiciones que filtra a través de condensadores la señal. Creo que es algo que he visto en antiguos amplificadores Orange. Es un sistema que tiene la ventaja con respecto a los que podríamos llamar controles de tonos convencional —que desvían señal a masa— que se pierde menos potencia pura, un invento que se debe traducir en más volumen. Después comparo los esquemáticos del AC4 antiguo y el moderno, en realidad solo me fijo en la etapa de potencia, en la solitaria EL84, lo hago porque el Nitghawk declara 18W, lo que me hace suponer que debe montar un par de EL84 en estira/empuja y como no tengo manera de ver si están montadas en alguna forma esotérica —que la haga una etapa de potencia atractiva, un reclamo para mi soldador—, me convenzo fácil de que no necesito18Watios. ¿Quién necesita 18W? Sí, mucha gente, pero yo desde luego no, yo con 4Wats ya tiro, no pienso salir de gira con Television o con los Stone Roses, ni siquiera con Sidonie. Al cabo del rato mirando los papeles sobre la mesa, es cuando me doy cuenta que ya me he decidido, voy a currarme una versión que no existe de un Vox, de un Matchless, un algo con una EF86 de previo, ruleta de tonos, un solo mando de volumen y una EL84 en potencia, todo a 320 Voltios.

Necesito un mueble, últimamente es lo primero que me curro, he tenido disgustos con encontrarme con que mi montaje no cabe en ningún lado. Los tipos que hacen muebles los venden a precios de ebanista, por eso mi política es buscar un hogar para el ampli no nacido antes de nada. Comprar la cunita, pintar la habitación, ¿se me entiende? Esta vez no tengo mucho problema en adjudicárselo, tengo un mueble de un Path10 en un rincón desde hace años. Un tipo del foro, uno que hace o hacía muebles, me compró el ampli en si después que lo tuneara. Es fácil tunear los Path10, un par de interruptores aquí y allá y de voz y media te encuentras con cuatro y más volumen que el que necesita un amplificador de practica, pregúntale a Antonio Vega, usa una tabla ouija —este chiste lo he leído en alguna parte, lo de la tabla—. Tengo un mueble pero necesito un chasis, busco en el trastero, encuentro uno de un Princenton112 que lleva allí desde vete tú a saber. Es de aluminio de 2mm, eso ya es mucho aluminio, el grosor de la carrocería de un Land Rover de los que corren por la sabana tras las gacelas, con John Waine con un lazo en las manos montado en el capó. El despojo Fender se defiende rato largo hasta que consigo primero trocearlo y después remontarlo.

El Frankenchasis ocupa casi todo el interior del mueble, no cabe de ninguna de las maneras un altavoz, pero eso no es problema, ya tenía decidido desde el principio que sería un cabezal no un combo. ¿Motivos?, la escusa oficial de Vox para abandonar las EF86 es que por construcción son microfónicas, que sufren mucho con las vibraciones y por eso no eran adecuadas para los combos, que parece ser eran en la época la línea de producto líder de su catálogo. Como se me ocurren unas pocas maneras de sobrellevar ese supuesto inconveniente, me entra la duda de que sea cierto. Después puestas en mis palmas comparo una 12ax7 -la que se quedo con la faena- y una EF86, la primera parece un juguete, la segunda una joya extremadamente cara. Mis prejuicios deciden que simplemente las eliminaron del montaje por precio, puedo estar equivocado, o no. No me arriesgo, continúo con el plan un cabezal, va a ser un cabezal.
Me pongo a bobinar los trafos, sigo la política Vox: factor 1 punto 5, 50% más grandes de lo necesario. Un Vox no tiene realimentación negativa, como no puedes usar ese truco para domar el tono a un Vox hay que darle de comer. Recuerdo a no sé quién, hace mucho tiempo —últimamente parece que todo me ha pasado hace mucho tiempo, ¿debería comenzar a preocuparme?—, jurando por Snoopy que un Vox es un ampli limpio, un ampli que si distorsiona no es por recorte, es por que le enchufas tanta intensidad a los conos que estos tiemblan de placer. No sé si estoy de acuerdo, pero me gusta como suena. Le doy a la manivela, le doy, le doy, le doy y le vuelvo a dar. Mi mujer ha escuchado el sonido de la bobinadora y asoma la cabeza por la puerta. Sonríe de oreja a oreja y por enésima vez hace que le explique la diferencia entre el trafo de potencia, el de salida y el choque. A mi mujer le ponen los trafos, a mí me pone ella. Somos la pareja perfecta. 

 El ampli se queda solitario sobre el banco, no tengo tiempo para él porque tonterías como el trabajo me comen mucho tiempo; no puedo evitarlo, es un castigo divino. También porque me sacan a pasear, pero de esto no me puedo quejar, casi había olvidado que me gustaba. Un día vamos al cine, a los veinte segundos de película ya sé quien es el malo, el bueno, como acabará y hasta tengo una idea aproximada del presupuesto de iluminación —más que ésta, menos que la otra—. Odio el cine, él me ignora, llevamos muchos años así. Vuelvo a casa, descargo mi frustración sobre una lamina amarilla de un compuesto utilizado para aislar térmicamente las baterías, la lleno de agujeros y después de remaches, ya tengo la placa donde montar los componentes. Estas laminas amarillas se ven en muchos montajes, son baratas y menos frágiles de lo que parecen; una vez montadas, claro.

Es sábado por la mañana, puede que un mes después de comenzar con él montaje de un trasto que todavía no tiene nombre (me gusta Matchbox, pero ya está pillado), que sueldo un cable y me doy cuenta de que he terminado con el engendro este, Me lo quedo mirando allí encima de la mesa de trabajo, mesilla más bien. Este suele ser el momento de más tensión para mí, ¿Funcionara a la primera? Nunca lo hacen. ¿Explotarán acompañados de grandes fogonazos los trafos? Eso no, pero ¡molaría! Sácale el hierro a un trafo y enchufa las bobinas sin él y ya veras que divertido.
Monto en serie con la alimentación el bombillo y sin poner válvulas dejo que se hagan a fuego lento los condensadores de filtro. Al rato desenchufo el bombillo, monto las válvulas, le doy al encendido y... me quedo mirando al interruptor de espera, llego a tenerlo entre los dedos, pero Ella desde sus dominios me reclama, he prometido acompañarla. En vez de molestarme por la interrupción lo que siento es… como si en el último momento alguien hubiese dejado mi pena de muerte en suspenso, por una ligera falta de forma. Lo apago todo, dejo para después escuchar la voz de mi niño nuevo. Funcionará, sé que funcionara, igual no de primeras, pero lo hará.
Estoy bajando las escaleras con una sonrisa de oreja a oreja cuando descubro la mirada de Ella pendiente de mí.
—¿Por qué estás tan contento?, ¿qué travesura has hecho?
De entrada no acierto a contestar, solo me río y le beso, después le explico a trompicones lo del AC50, el DC30, los Matchlees y las ruletas de condensadores, Ella asiente, creo que considera que estos son los nombres de mis amigos imaginarios, tipos hippiosos que no tienen donde ir y comparten mi mente, como son mis amigos le son simpáticos y está dispuesta a hacerles unos bocadillos. Se pone a hablar de otra cosa y me quedo con la duda si ha comprendido algo de lo que le he explicado, la importancia que tiene para mí. Decido que el GAS no lo entiende nadie que no lo sufra.

Un rato después, mientras empujo el carrito por el supermercado, recuerdo que ella tiene trescientos libros de cocina. Tal para cual, somos tal para cual. 

 

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