Tu y Yo

El autor asegura que de siempre ha estado fascinado por la figura del amigo imaginario, vete tú a saber por qué.


Primera parte: nosotros

Me llamo Yo. No se me ocurre otro nombre más apropiado. No me conoces, nadie me conoce. Él nunca habla de mí, soy su secreto más oculto y te aseguro que es un idiota lleno de secretos. Bien pensado, igual tiene algún secreto más profundo que yo, aunque me da igual. Lo que para alguien puede tener interés para otro puede ser muy aburrido.

Medio por respeto, medio por vagancia, la verdad es que no me paso la vida revolviendo su materia gris, como él tampoco, espero, lo haga con la mía.

No me pregunto por qué existo, él sí que se interesó por buscar explicaciones a mi presencia, de cuando en cuando las busca todavía. Yo, ya te lo he dicho, no lo estoy tanto, de interesado. Acepto que durante un tiempo leí por encima de su hombro, pero la psicología, la psiquiatría, todas las ías que te puedas imaginar, no me tienen demasiado cariño. No es que me traten como una enfermedad, solo que parecen preferir mirar hacia otro lado, pasar de puntillas junto a mí, quitarme importancia, y claro, yo hago lo mismo con ellas. ¿Qué vas a hacer con algo que en general niega que existas?

El mismo pensamiento me parece extraño —no existo—. Tengo recuerdos del momento de mi creación y no puedo dejar de creer en ellos, no me parecen tan extraños como que un ser supremo te amase del barro primigenio y te insufle vida con su aliento.

Mis primeros recuerdos no son míos, son suyos: él despierta y aunque a su edad todos los días traen algo de nuevo enseguida sabe que aquel es un día muy especial, siente que hay algo diferente, algo que se refleja en el aire. Es el reflejo de su interior, donde ahora hay más luz, más espacio, mucho más que antes de irse a dormir. Eso le parece estupendo, en seguida descubre que sus pensamientos pueden ser más grandes y probando a estirar alguno se da cuenta de lo pequeños —y apretados— que habían estado hasta ahora.

Después mientras dibuja una raya de lápiz azul —una raya recta que cruza el papel y que es el límite de todo—, se da cuenta que ahora es fácil construir frases más largas, tan largas que si quisiese podía explicarlo todo con una sola, tan larga como la serpiente —que es una línea ondulada verde—, que va desde aquí hasta el sol —amarillo, naranja, con rayos que salen de él— que se esconde detrás de la raya, que ahora no recuerda cuándo ha dibujado.

Como era nuevo, divertido, decidió explicar el todo con una sola frase. Buscó un sitio grande y despejado en el centro de su mente y a la vez comenzó a dibujar una espiral, al principio diminuta, sobre un nuevo papel blanco, que sería el mapa, la representación de la frase larga que construía en el interior de su cabecita, pero como era tan pequeño no se dio cuenta hasta que no me tuvo casi acabado que el todo solo era poco más que él y entonces paró. Abrí unos ojos que no tengo y le vi frente a mí ofreciéndome el lápiz para que yo mismo me acabara.

Él me reconoció y todo lo que supe de mí fue todo lo que él sabía de sí. En ese instante sabíamos todo el uno del otro, un todo que era bastante poco la verdad, su cerebro, nuestro cerebro, estaba en desarrollo, era casi todo espacio vacío, posibilidades. Es lo que somos: una posibilidad, tú también. Algo es algo.

Este fue mi nacimiento, por lo que he podido averiguar en general a todo el mundo le pasa, a algunos con más intensidad que a otros. Durante un tiempo nuestra mente pertenece a dos personas diferentes, que al poco o al mucho vuelven a fusionarse. Por lo que parece no ha sido mi caso. Me alegro.

Si me lo preguntas no me veo como una creación de él, puede que plantara la semilla, pero todo lo demás es fruto de la casualidad, el destino. No le he visto nunca como un padre, quizá sí como un hermano y si me aprietas ni eso. Solo somos amigos.

Ando enfadado con él últimamente. No quiero entrar en detalles, su intimidad es mi intimidad. Te puedo decir que sus actos le están superando y en vez de apoyarse en mí, me los está ocultando o cree que lo hace porque, aunque te aseguro que no voy mirando sus cosas, las oleadas de culpabilidad y fastidio —más fastidio que culpabilidad— recorren de punta a punta nuestra mente como un viento desagradable, lleno de polvo. Pasa mucho tiempo mirando a la pared en vez de... ¿Hacer cualquier otra cosa?

Procuraré tener paciencia, esperar, estar disponible. ¿Qué otro remedio me queda? No tengo ninguna posibilidad de irme, de buscar otra residencia, además no puedo negarlo, le tengo aprecio, ya se sabe que el roce hace el cariño. Aunque a veces no puedo evitar pincharle, soy su amigo, su amigo imaginario.

Segunda parte: él

Tú en realidad nunca has tenido una pasión.

¿Pasión?

Pasión, algo que te enamore, que te arrastre, que te motive…

Ya lo he pillado.

Eso, tú nunca has tenido una pasión.

¿Las chicas cuentan?

No hagas chistes, ni siquiera con las chicas has sido apasionado. Cuando te largaban no salías corriendo a tirarte por un puente.

Eso no es ser apasionado, eso es ser gilipollas.

Te largaban por eso precisamente, no eras nada apasionado. Eras un funcionario del amor: correcto rendimiento, nada de pasión.

Soy, somos funcionarios..., más o menos. Y tu rendimiento es nulo.

Es viernes sobre las siete de la tarde, las diecinueve asegura mi reloj, el tren está parado entre dos estaciones, el aire acondicionado no funciona. A mi lado una chica caribeña habla por teléfono intentando encontrar el dinero para cubrir el pago de algo. Yo hablo con Miami —las casi siglas de Mi Amigo Imaginario, un chiste entre él y yo—. Siempre he tenido una relación tensa con él, él lo nota, parece molestarle y siempre acaba siendo impertinente. No sé comportarme de otra manera con una casi voz que se supone no debería escuchar. Un algo que no he confesado nunca a nadie que está ahí. No puedo ni imaginarme la cara de Evaluaciones si se lo explicara. Amigo imaginario. Creo que casi no nos podemos considerar amigos, somos más bien compañeros de cerebro, como compañeros de piso, una relación que se suponía temporal y se ha ido alargando.

¿Qué has estado haciendo últimamente?

Me pregunta, puede ser una pregunta retórica o no, compartimos el mismo cerebro, cierto, pero no nos pasamos el tiempo mirando qué hace el otro, al menos yo; claro que tengo un cuerpo, una vida digamos fuera y tengo que dedicarle tiempo. Él igual tiene más tiempo libre y dificultad para llenarlo, nunca lo ha comentado. Cuando vives tan cercano a alguien es mejor no querer saber todo de él, no sé si me explico. Dejarle su propio trozo de intimidad.

¿Además de la mierda del curro? Escribo una obra de teatro.

¿Una obra de teatro? ¿Has dejado la guitarra? Pensaba que querías ser músico.

Nunca quise ser músico, quería hacer música.

¿No es lo mismo?

No.

Las luces del tren parpadean por un momento, el aire acondicionado arranca con un zumbido y el tren se pone en marcha; tenue se escucha un murmullo de satisfacción que lo recorre. En unos segundos llegamos a la estación y la chica que hablaba por teléfono se baja y al momento se sienta a mi lado otra que lee en la pantalla del móvil un libro en inglés. El tren vuelve a arrancar rápidamente, como si quisiera recuperar el tiempo perdido. Pese a los esfuerzos del aire acondicionado continúa haciendo mucho calor.

La obra, ¿de qué va la obra?

Es una dramatización de los penúltimos momentos de los Beatles.

Bitels, Beatles se pronuncia Bitels.

Ya lo sé, pero dentro de nuestra cabeza siempre serán Be at les, como la primera vez que lo leí. Era un niño, no tenía ni idea de inglés solo sabía que sonaban bien y que mi papá hablaba de ellos con desprecio.

¡Ja! Teníais algo en común.

¿Quién?

Tú y los Beatles, el desprecio de papá.

¿Te vas a poner psicológico?

No, claro, odio la psicología. ¿Has dicho penúltimos momentos?

Eran los penúltimos, el grupo ya estaba fracturado, ensayaban a trancas y barrancas, aunque todavía tuvieron cuerda para hacer otro disco.

Espera, ¿no hemos visto la película? Sí, tío, Let it Be. Recuerdo cuando la vimos. Fue durante un ciclo de cinema musical, en el casino de no sé dónde. Empezó con mucho retraso, nos ganamos una bronca al llegar a casa, por saltarnos el toque de queda. Era una película extraña, por no decir mala de la hostia. Al principio tocan horriblemente, fatal, todos parecen estar enfermos, de golpe son fantásticos, siempre me pareció que pasaban del primer acto al tercero, sin pasar por el segundo; ¿es eso tu obra?, ¿el segundo acto?

¿El segundo acto? No lo había pensado de esa manera, el recuerdo que tenía, cuando comencé a escribir, es que se les veía muy pendientes de la cámara, muy conscientes de ella, como si siempre quisieran hacer otra cosa diferente a la que estaban haciendo y se cortaran porque el objetivo estaba ahí delante, como si se vieran obligados a seguir un guion que en realidad nadie se había leído.

¿Guion? No era una película, era un reportaje, teóricamente sobre como un grupo compone y graba un disco. En la práctica lo es sobre... ¿sobre unos tíos que fingen, sin demasiadas ganas, que todavía trabajan juntos?

Sí, y el director no intenta disimularlo, ni explicarlo. Como película, como reportaje es una mierda. Aunque le dieran el Oscar a la mejor banda sonora.

No me gustan los Beatles.

¿Cómo puedes decir eso? Eres parte de mi mente, aprendiste a escuchar música con ellos.

A ti tampoco te gustan.

¿Que no me gustan los Beatles? Ahora sí que me sorprendes.

No te gustan, les gustaban a tus compañeros de clase, a ese grupo de rarillos, marginados, con los que intentaste integrarte.

No eran marginados, eran... ellos, quizá yo sí que fuera un poco marginado…

Tú, ni siquiera conocías bien más de dos o tres canciones, además de cuatro o cinco títulos de long plays. No tenías ni un disco de ellos.

Yo, tú… no teníamos nada. ¿Lo recuerdas?

No te gustaban.

Eres un pesado. ¿No hay ninguna mente por aquí cerca que puedas ir a parasitar?

¡Parasitar! Eso me ha dolido. ¿Así es como me ves? ¿Cómo un parásito?

Como un largo gusano plano retorcido dentro de mi cerebro.

Un cerebro bastante sucio.

Como una tenia de seis metros.

¡Dios, qué asco!… Volviendo a los Beatles.

Los Be, at, les. Allí empezó todo.

Te construiste una personalidad falsa, a partir de unos gustos prestados. ¿Para qué?

¿Para encajar? ¡Personalidad falsa! Joder, como la de todo el mundo. No creo que fuera tan extraño, no es tan extraño. Recuerda: nos preguntaban ¿qué quieres ser de mayor? Se lo preguntan a todos los niños, ¿no contestan todos a partir de desconocimiento y gustos prestados? ¿Piensas que un niño tiene puta idea de lo que es ser realmente abogado o policía o bombero? Pues yo a partir de cuatro canciones, unas fotos y las pintas de unos tipos raros decidí que me gustaban los Be, at, les. Ni siquiera estaban de moda, no eran lo bastante guay. Lo bastante modernos.

Y ahora escribes una obra sobre los Beatles.

No es tan extraño, escribí en un fanzine sobre ellos. Lo sabes, estabas allí.

Lo plagiabas todo.

Plagiar es el copiar y pegar de ahora, yo me documentaba, leía todo lo que caía en mis manos, interpretaba.

La chica que se sienta a mi lado se levanta y se va a otro asiento, más alejado de mí. Esto interrumpe mi conversación interior. Me pongo a sopesar los motivos de su acto. Mi higiene no es deficiente, aunque claro: he pasado el día viajando. Puede que lleve rato mascullando mientras hablo con Miami. Quizás tengo una expresión que invita a alejarse de mí... a la primera oportunidad. Igual se marea si no está sentada en el sentido de la marcha…

Podrías preguntarle.

¿El qué?

Señorita, ¿le repugno? ¿Le asusto?

Igual no tiene nada que ver conmigo, es lo más posible. Preguntando es como quedaría como un colgado.

Eres un colgado.

No más que la media.

El tren se para, entonces me fijo que la chica, la que se cambió de asiento, se levanta y va hacia la puerta y justo antes de salir mira en mi dirección. Es singularmente hermosa.

Sí que lo es —dice él.

Por un momento nos sentimos muy solos. Luego nos alegramos de tenernos el uno al otro. Después cada uno continúa con lo suyo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desde Nueva York Sol Colmenares

Despido procedente

Gatsby